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viernes, 6 de agosto de 2010

Oración del Maestro al Hermano Vegetal

ORACIÓN DEL MAESTRO AL HERMANO VEGETAL

Inclina tus ramas quemadas, mi hermano
y aprieta con fuerza mis rústicas manos.

Yo quiero besarte la piel arrugada,
grabar con mis labios perenne la huella
de algunos luceros, de algunas estrellas
que vieron conmigo la falda del cerro
pintada en pavesas de líquido hierro.

Abre tus ramas, mi hermano querido,
arbusto querido del haz vegetal,
acerca tus ramas parduzcas de olvido
y haremos remiendos al traje raído
con trozos pequeños de fino cristal.

Hoy te hacen ofrendas en acto oficial:
ofrendas al árbol: son muchas ofrendas
de olor a claveles y dulces almendras
con himnos y versos de letra inmortal.

La calle resuena tambores marciales.
Ya vienen los niños que son colegiales
y todo es alegre de humana alegría
en largos desfiles. Son las romerías
al árbol que anida los mil madrigales:

La fruta sabrosa que el tiempo sazona,
las uvas, el dátil, el mango, la poma,
las dulces naranjas de criollas ascendencia
en los naranjales  de Nirgua y Valencia;
los plátanos suaves de El Chino y Marín
-fusiles que ganan batallas al hambre
por picas perdidas en todo el confín
debajo de un cielo de verdes estambres-

El árbol da frutos y a todos convida
con ágil fragancia de paz repartida
en flores y palmas, raíces y tallos;
campanas de pascua, urapes de mayo;
las trojas y techos de humildes bohíos
que mojan sus patios en playas y ríos.

Resuena la calle tambores marciales
y vienen los niños que son colegiales.

Que pronto olvidaron el cerro incendiado
lo trágico y duro de furias en llamas:
la sed en las hojas, los nervios soleados,
la sed que tortura las débiles ramas
y el duelo del árbol de brazos quemados.

Oh! árbol hermano, arbusto pequeño,
la hierba es felpudo de cálido ensueño.
Que pronto se olvida tu larga agonía,
dolor que te rumia las blancas raíces
en tierra abombada con mil cicatrices
y grietas que muestran sus fauces al día.

Pero éste es tu día, mi hermano jabillo,
mi hermano palmera, mi hermano samán…
Hay brillo en el aire, en la nube y hay brillo
en rostro y pupilas de muchos chiquillos…
Y si hay alegría, las penas se van…

Inclina tus ramas quemadas, mi hermano
y aprieta con fuerza mis rústicas manos.

Tú y yo trajinamos el mismo camino
de rumbo hacia arriba –un mismo destino-
camino que va de los cielos en pos.
Tú enseñas en flores, en pájaro y nido.
Yo enseño en lenguaje que es menos florido.
Los dos enseñamos…  Maestros los dos!...
  

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